"La palabra, una vez escrita, vuela y no torna" - Quinto Horacio Flaco

domingo, 26 de junio de 2011

Pendientes

Córtate el pelo y sácate (¿por qué "sácate"?, mejor "hazte tomar") cinco fotos de 4.5 por 3.5 centímetros. (Advertencia: no necesariamente en ese orden: se te ve mejor el pelo largo que corto).

Escribe "amor" cien veces. La dosis aumentará día a día hasta que la palabra "amor" te suene ajena y extravagante. Haz lo mismo con "dios", "sinceridad" y tu propio nombre. (Me pregunto si un fenómeno parecido ocurre en otros ámbitos: ¿la vida se vuelve insípida y un poco ridícula a fuerza de vivirla?).

Busca y encuentra -urgentemente- un mapa de Nápoles.

Tumba un árbol.

Llama al ecuatoriano el martes para cenar con él el miércoles.

Escombra tu escritorio. Si te da tristeza echar a la basura tanto artículo bonito pero inútil y doloroso, mételos a tu mochila y espárcelos por los espacios públicos de la ciudad. Tal vez a alguien le sirvan.

Compra (hurta de tu hermano) una rasuradora. Su función es doble: te desembaraza de esos vellos que te crecen como púas y además mitiga el silencio.

Ya que no puedes recuperar su número teléfonico de la basura (elegí el bote del baño; no el de la cocina o el del estudio, que está vacío la mayor parte del tiempo, sino justamente el del baño, caray), aguarda -mientras te maldices por aguardar y porque te importe- su llamada o su mensaje. Una palabra suya bastará para sanarnos. (¿De qué?).

Adquiere -urgentemente- unas sandalias, de preferencia Lacoste o Tommy. (Eres de un color rojo pálido, como los labios de un pu-ta).

Relee el capítulo 7 de Rayuela y después olvídalo para siempre. (No son cosas que te convenga recordar).

Guarda las entradas de este blog y luego (eli, exter)mínalo.


Nota: acuérdate de pedirle al peluquero que esterilice las tijeras y que tenga cuidado con sus movimientos. Si la homosexualidad te da miedo, la homosexualidad armada con tijeras te da ¡terror!