"La palabra, una vez escrita, vuela y no torna" - Quinto Horacio Flaco

lunes, 27 de octubre de 2008

Umberto Eco

El profesor me lo recomienda entradas más abajo. No es cualquier recomendación. Es de los pocos autores contemporáneos que se erigen como indiscutibles autoridades literarias. Una especie de Alfonso Reyes italiano, si la comparación resulta posible.
Casi no leo ensayos. Podría contar los que han pasado por mis ojos con los dedos de mi mano derecha. Uno de ellos, sin embargo, fue escrito por Umberto Eco. Historia de la Belleza, se llama, y sigue ocupando entre los críticos un lugar privilegiado. El texto es, simplemente, maravilloso. Revisa la belleza clásica con una seguridad que sólo se podría permitir él. De ahí pasa a la belleza de la Edad Media, la belleza de lo grotesco, la definición de sublime acuñada por Kant, la belleza de la Inglaterra victoriana... En fin, el libro acaba con Greta Garbo y David Beckham.
Tanto me gustó este ensayo que me di a la tarea de leer una novela suya. Como no encontré El nombre de la rosa, compré La misteriosa llama de la reina Loana.
Casi no la menciono porque casi no me gustó. En la novela, Umberto Eco recrea la vida en la Segunda Guerra Mundial. Y la recrea con tanta maestría, que hasta incluye las imágenes de los cómics que se publicaban en la época, enlista las canciones que se escuchaban, los programas de radio que se oían... Todo... Supongo que algún europeo nostálgico halla en esas páginas todo un mosaico de recuerdos. Pero para un adolescente mexicano tal obra únicamente supuso un interés casi académico. La trama no es elaborada, es sencilla, sencillísima. Como ya dije, la novela se enfoca más en la recreación de un ambiente.
Este verano salió en México otro gran libro. Historia de la fealdad. Ya lo tengo en el estante, desde luego; sólo aguardo las siguientes vacaciones para comenzarlo.
También publicó recientemente un largo ensayo sobre el arte de traducir.
Caray, se nota que mi profesor sabe de literatura. La suya no fue cualquier recomendación. Se metió con uno de los Grandes.

domingo, 26 de octubre de 2008

Un pequeño detalle

Morirás.

(La Ladrona de Libros, Markus Zusak)

viernes, 24 de octubre de 2008

Tercer dios pagano: Liudmila Ulitskaya


Rusa. Ganadora del Premio a la Novela del Año 2004 con Sinceramente suyo, Shúrik. Una obra maestra. Habla de un hombre que, por su educación y desde su más temprana pubertad, confunde el amor con la compasión. De tal modo que sus parejas van de una inválida a una enana, pasando por una suicida paranóica y una joven enclenque, a la que nunca olvida.
El libro, en mi opinión, retrata con insuperable maestría las complejidades de una personalidad. Todos tenemos nuestras filias y nuestras fobias, sólo que casi nunca las detectamos y casi nunca las exponemos como hace Liudmila en esta novela. (El resto de sus obras son prácticamente imposibles de conseguir en México: las busqué hace un año, y sólo di con esa odiosa generación de españoles y con... ay... no me atrevo a pronunciarlo: Cañitas).

miércoles, 22 de octubre de 2008

Matilde Asensi


No me gusta. Es decir, me gustó en su momento. Leí El Origen Perdido, El Último Catón y Peregrinatio. Y recuerdo que la admiré. Elogié para mis adentros su modo tan inesperado de mezclar lo real con lo ficticio. Ahora, sin embargo, pienso en ella como en una escritora que ha imitado la forma de la literatura yanqui: historias con esquemas repetitivos, con una introducción de los personajes, con una presentación del nudo, un desenvolvimiento, un clímax, un final y una historia secundario de amor. Los temas rayan en lo morboso (a excepción de Peregrinatio) y la trama resulta francamente digna de alguna película intrascendente. Una película de acción.
Matilde Asensi pertenece a esa generación de escritores españoles contemporáneos (junto con Ruiz Zafón, Carmen Posadas, Álvaro Pombo y vayan ustedes a saber quiénes más) que escriben por el simple gusto de ser exhibidos en algún entrepaño de El Corte Inglés.
Recomendaría a la señora Asensi sólo a aquellos no lectores que hojean un libro de vez en cuando.
Aunque tampoco debo quejarme en demasía: las lecturas de Matilde Asensi me traen buenos recuerdos. Leí Peregrinatio en un vuelo de México a París (no durante todo el vuelo, claro, sólo durante la primera hora; luego tuve que contentarme con una película infantil, creo). El Origen Perdido lo acabpe en San Cristóbal de las Casas (que es, en mi opinión, el lugar más mágico de este país; estar ahí es como estar al filo mismo de la realidad y del tiempo). El Último Catón lo comenté profusamente con mi padre: pocas veces compartimos libros: a él le obsesionan las leyes y a mí me obsesiona todo menos las leyes.
Léanla, pero con esta pequeña nota sobre sus libros en mente.
A Carlos Ruiz Zafón (la desilusión del verano) ya le tocará su turno en alguna otra entrada.


sábado, 18 de octubre de 2008

El mejor thriller


(Thriller = pseudolibro)

viernes, 17 de octubre de 2008

Una genial desconocida: Iris Murdoch


Incursionó en México hace no mucho. Hace, tal vez, no más de un década. Otra gran lástima: Iris es una de las figuras más representativas de la literatura inglesa del siglo XX. Y es, en efecto, genial. Aunque lo de desconocida se limita a las inmediaciones.
La descubrí con Amigos y Amantes. La magia de esta novela estriba en su contenido filosófico. Los personajes, a lo largo de la trama, se ven enfrentados entre sí y consigo mismos mediante conflictos morales, algunos de los cuales resultan de carácter sexual.
Pero lo que realmente hizo de Iris Murdoch, esta irlandesa, una Dama Comandante del Imperio Británico fue la dualidad de sus palabras. Es decir, sus textos suelen tener una doble interpretación. Amigos y Amantes puede leerse como una historia creativa, cargada de personajes carimáticos y un estilo cínico, o puede leerse como un concienzudo análisis de la convivencia humana. La novela, de hecho, toma lugar en una casa de verano, habitada por toda clase de familiares, cada cual poseedor de una personalidad ordinaria... Al menos, en apariencia. Pues Iris Murdoch pronto descubre que tras el trato cotidiano y las fórmulas primarias de interacción se esconde una compleja red de intereses... Amores ocultos. Homosexualidad. Infidelidad consentida. Desilusión... Las amistades, vistas de cerca, tercian en amoríos. Y los amantes ya no lo son tanto cuando se les estudia desde el revés.

lunes, 13 de octubre de 2008

Segundo dios pagano: Amos Oz

Escribió mi libro favorito. A él le debo las mejores letras que he leído jamás. Y lo descubrí hace no más de un año. De hecho, las obras de Amos Oz apenas están comenzando a poblar las librerías de México. Es extraño. Un escritor tan talentoso, nominado varias veces al Premio Nobel, ganador del Premio Goethe, del Premio Príncipe de Asturias; uno de los mejores escritores vivos nos llega con un par de décadas de retraso. Tal vez porque es israelí y lo suyo es alta literatura: a los lectores mexicanos no nos gusta eso.
En fin. No nos lamentemos. De él me avergüenza confesar que sólo he leído un título: Una historia de amor y oscuridad, que fue precisamente la que difundió la fama de Amos Oz en nuestro país. Es un libro autobiográfico: abarca la infancia y juventud del autor, y ocasionalmente hace un retroceso en la historia de su familia para contarnos la vida de sus abuelos y de sus tíos. Toda la trama, sin embargo, gira alrededor de la muerte de su madre, ocurrida cuando él tenía doce años.
La novela está escrita con un estilo abrasivo, inmejorable. La mente del lector escurre por los párrafos del libro y, sin que éste sepa cómo, se le van narrando los sucesos. Únicamente en otro autor he sido modo víctima de este fenómeno: García Márquez. Pareciera que la historia, en ambos, se despliega de natural.
Amos Oz, por cierto, también disloca la historia para presentárnosla en varios planos temporales. Las consecuencias de esto son muchas: se logra una emotividad que no sabría comparar con otro texto, y se atrapa con eficacia la época histórica. Pues la novela está ambientada en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, cuando los judíos sobrevivientes migraron a Asia y fundaron (no sin infortunios) el actual estado de Israel.
En agosto comencé la lectura de Un descanso verdadero. La hubiera terminado hambriento de no ser por un profesor (de cuyo nombre no quiero acordarme) que me ordenó releer La Odisea. Desde entonces sobran las lecturas, escasean los minutos y dirijo un blog.
Algún día quiero ser como Amos.

domingo, 12 de octubre de 2008

Sobre la avaricia

Hace meses leí dos libros sobre el mismo tema de manera consecutiva y casi por casualidad: El Avaro, de Molière, y Eugénie Grandet, de Balzac. El primero es una comedia que pone al descubierto las más ridículas manías de los avariciosos; el segundo critica la avaricia con el estilo serio y crónico de Balzac. Las semejanzas entre ambos textos son sorprendentes: en los dos hay un amor que la avaricia del padre impide y una fortuna secreta; sólo cambia un tanto la pluma, el tono y los gafas del escritor. Tal vez porque los dos tratan de exhumar los detalles más escandalosos de la naturaleza humana.
El Avaro, por cierto, luego fue puesto en escena en el Teatro Hidalgo. Rafel Inclán fungió de padre. No diré que es mal actor. La obra, al menos, respetó el desarrollo original de la historia, y gran cantidad de chistes. Hubo bromas, desde luego, que Molière no ideó y que pronunció Inclán. Recuerdo que aplaudí al final del espectáculo. Me alegró creer que el teatro vuelve su mirada a los verdaderos cómicos.
Balzac y Molière, en fin, sabían de lo que hablaban. No por menos se cuentan entre los Grandes.

jueves, 9 de octubre de 2008

Por qué escribir [no] vale la pena...

Guardo esta imagen desde hace un año, creo. Y la leo cada vez que la desesperación me gana. Es decir, unas dos veces al día. (Nota: hagan clic en la imagen si no resulta legible).


domingo, 5 de octubre de 2008

De músicos, poetas y poetas músicos

A pesar de que me considero prosaico (por ser seguidor de la prosa y, desde luego, por ser un tanto vulgar), disfruto de la poesía cada vez que ésta se me planta enfrente. Los Versos del Capitán (de Neruda), por ejemplo, me arrebataron más de un suspiro. Con Fulgores y Sombras (de cuyo autor no quiero acordarme) me dio por apreciar las rimas. Alfonso Reyes me mostró las bondades de una estrofa bien armada. Jaime Sabines me mata cada vez que quiere... Pero como es mentira que cien mentiras no digan la verdad, y como es mentira que la poesía sea cosa sólo de poetas, incluyo en mi breve altar de versificadores a un músico. Si es que lo suyo puede llamarse música: Joaquín Sabina.
¿Quién se atreve a decir que esto no es literatura?

sábado, 4 de octubre de 2008

Primer dios pagano: Barbara Wood

No recuerdo qué edad tenía. Sólo sé que por entonces las lecturas de Harry Potter ya me habían hastiado y me acercaba alarmantemente al final de El Señor de los Anillos. Yo ansiaba otra novela épica, ésas de castillos, damas en apuros y héroes legendarios. Mi padre, preocupado, llegó un día a casa con un par de bolsas a rebosar de libros. Sin embargo, ni uno de los títulos satisfizo mi gusto severo. De modo que ese mismo fin de semana me llevó de la mano a la librería. Allí, sobre el montón de novelas, se alzaba El Amuleto. De Barbara Wood... Enseguida lo tomé.
Y me fascinó. Sigue siendo una de mis obras favoritas. No recuerdo qué edad tenía, pero sí me acuerdo con exactitud del contenido de ese libro. Narra el viaje que ha venido realizando una piedra a lo largo de la historia. El amuleto es en realidad un pretexto para relatar la vida de sus distintos poseedores, que van de la prehistoria al oeste americano del siglo XIX, pasando por la vieja región del Jordán, la Roma Imperial y la Edad Media... En total son ocho relatos que tratan de desentrañar la evolución del hombre. No hay aparente relación entre ellos, más que la presencia del amuleto y del diferente significado que cada protagonista le da a éste.
Fascinante.
Barbara Wood, simplemente, me fascinó.
He leído, tal vez, doce títulos de ella. Algunos logran más que otros. Yo tacharía de indispensables Bajo el Sol de Kenia (tendré que dedicar una entrada entera a esta pieza maestra de la literatura), Las Vírgenes del Paraíso y Domina.
Su estilo nítido, con las justas metáforas, los diálogos colmados de viveza y las acertadas referencias históricas, han hecho que Barbara Wood encabece mi lista de dioses paganos. Le profeso cierto cariño y hasta agradecimiento: fue la mujer que desató las palabras para ese niño prendido de la mano de su padre, que buscaba novelas épicas y encontró algo mejor.
Barbara Wood, sin duda, influenció de manera decisiva en el niño cuando a éste le dio por comenzar la escritura de su propia obra... Pero eso es cosa de otro autor, otro libro y otra entrada...

jueves, 2 de octubre de 2008

Sólo valen las palabras. El resto es charlatanería...


Mi primera entrada. Al fin, mi primera entrada. Y estoy nervioso, como en una de esas primeras citas. Me gusta pensar, de hecho, en este blog como en una cita: con su mirada retadora y perdida, con su historia en blanco, con sus promesas... Pero, ¿cómo debo comenzar? He estado posándome de blog en blog en busca de buenas ideas, y he advertido que la mayor parte de ellos inicia con una breve descripción del contenido, el autor y hasta del propósito que se persigue (como si recoger menudencias por la red tuviese un propósito). De modo que podría empezar diciendo que éste es un blog literario, de creadores y de creaciones; de letras que se juntaron hasta formular frases y de frases que alguien revolvió hasta crear párrafos. Esto implica, desde luego, algo de historia, psiquiatría y análisis.
Podría empezar diciendo todo eso. Pero a mi blog, en definitiva, no le gusta el establishment (siendo rojo, como es). Me limitaré, por tanto, a dejar que el blog se exprese por sí mismo. Hablar de palabras resulta inútil. Las palabras, en realidad, valen por sí solas. El resto es pura charlatanería (Eugéne Ionesco).
Así que ya basta de palabrerío introductorio y hasta fútil. Vayamos tras las musas de los Grandes --promiscuas, juguetonas e indecentes, como todas las musas--, y tras la estela que la escritura ha venido dejando para nosotros...