"La palabra, una vez escrita, vuela y no torna" - Quinto Horacio Flaco

lunes, 3 de agosto de 2009

Mijares

No extraño ni la casa, ni la comida, ni los baños que se limpian solos, ni los videojuegos, ni al perro que me recibe con la cola inquieta. No echo de menos el silencio de mi cuarto, ni el agradable ruido que es el español. No me da nostalgia cada vez que pienso en el tráfico o en la angustia del tráfico, en el mixiote de huachinango o en los malos amigos. De México sólo anhelo una cosa: sus librerías.

En Budapest me encontré con un estante a rebosar de ejemplares en español. Había muchos Gabriel García Márquez, muchos Isabel Allende, uno que otro clásico, alguna traducción de un thriller gringo y, hasta la derecha, un compendio de discursos pronunciados por Orhan Pamuk. Me llevé el de Orhan Pamuk sin pensármelo dos veces. El primer dicurso ("La Maleta de mi Padre") lo soltó al ganar el Premio Nobel. Es, desde luego, un texto interesante, y bastante emotivo, en especial para un escritor. No hay nada más excitante que la hoja en blanco y la musa que se remueve demasiado a ras del suelo. No hay nada más excitante que buscar entre las calles, entre los peatones, la palabra justa. La palabra que contenga al objeto. "El nombre es arquetipo de la cosa/ en las letras de 'rosa' está la rosa/ y todo el Nilo en la palabra Nilo", dice Borges en un poema. El Gólem, que tan buenos recuerdos me trae.

Los discursos de Orhan Pamuk, sin embargo, me duraron bien poco. Y entonces... entonces pasó lo indecible. Lo que me he jurado decir para no repetir jamás... Legué desesperado al departamento de Florencia. Llegué cansado de buscar y no encontrar algo que leer. Me senté en la sala y, como por ensalmo, me brincó un título. Lo vi en un entrepaño cualquiera, entre revistas y libros en inglés y más libros en alemán: Once minutos, de Paolo Coelho.

Consideré su presencia en el departamento un guiño cómplice del destino. Además, se trata de una puta. Y eso -las putas- me ha fascinado siempre.

Odió a Coelho. Su estilo de narrar las cosas es desatinado: no describe cuando debe describir, no incluye un diálogo cuando hace falta. Sus personajes pecan de ficticios. Se nota en cada página, en cada letra, en cada personaje, la voz narradora. Y eso, en una novela, es casi un crimen. A su poca destreza para las caracterizaciones (tanto de ambientes físicos como de personas) se le suma una trama muy poco original y hasta aburrida. En su intento de crear una novela psicológica, Coelho incluye reflexiones que carecen de profundidad. Son meras perogrulladas. "El sexo es el punto culminante del amor". No parece una idea brillante. No parece la mejor base para una novela psicológica. Sus ideas enteras se resumen a un puñado de cursilerías y escenas morbosas. Que a lo mejor ayudan a las amas de casa, o a los taxistas.´

Ah, las cosas que hay que ver y leer en el siglo XXI.

Y lo peor de todo es que sigo extrañando, pues la novela de Coelho no aplacó ninguna pasión. Para colmo, no puedo estar presente en el Bocafest de Veracruz. No me duele estar ausente en la premiación de mi libro, no me duele que sólo asista y hable a través de una webcam. No me duelen todos esos mariscos que el Ayuntamiento está pagando a mi padres y que yo debería estar comiendo con ellos. Nada de eso me duele. Lo que en verdad me hiere el corazón y se clava en mi alma, arracándome sollozos día y noche, es no poder escuchar a Mijares.

Ah, puno rakeia, brsso!

4 comentarios:

Anónimo dijo...

pendejo, osea!

Vic-Mac dijo...

Abandónate a los haikús, es lo que yo decidí hacer.

J. M. Cuéllar dijo...

La Virgen de las Flores los ampare.

Anónimo dijo...

Mierda!!!!!!!!! te perdiste a Manzanero tambien, pobre de ti, que lastima me das, yo mientras escuchare un poco de ambos.