Éste es un adiós sin hasta luegos. La preparatoria se me escurre de entre las manos y no puedo más que sonreír. Hoy, sentado en una banca, en tediosa espera, me dio por evocar. Recordé, primero, a los profesores y a los amigos y a los sinsabores del cuarto año. Se me vino a la mente Kunz, con sus charlas homicidas y sus tembleques. De ahí pasé rápidamente al quinto año. De esos meses sólo me quedó un odio por la Química y la amarga experiencia de la despersonalización (cuyos accesos, gracias a dios, no se han repetido). Finalmente, el sexto año... Cuánto cambié, cuánto crecí. Ha sido un año enriquecedor. Turbulento. Cometí no sé qué crímenes, pensé no sé qué atrocidades. Me atreví a mucho, sonreí mucho. Dejé (como diría Hesse) que afloraran mis complejidades, mi personalidad polipartita. Dejé de ser y de verme como un ente unitario para convertirme en un zoológico de bestias desenjauladas. Fui del racionalismo al barroco, de la más letal melancolía a la hilaridad más pueril. Yo mismo me sorprendí en más de una ocasión.
Hoy, en esa banca, agradeciendo esa espera, agradeciendo esa excusa para pensar, me pregunté qué papel ha jugado la UP en mi desarrollo. Después de tres años, ¿qué pasó? ¿Con qué me quedo? ¿Qué aprendí? ¿Qué olvidé?
Los dioses quisieron que en ese instante tuviera un bolígrafo y un ticket cerca. En el reverso del ticket escribí lo siguiente:
Me cansé de los labios ardiendo
en las tardes heladas,
del negror de la casa,
el olor del café.
De gloriosas batallas
que pierdo ganando,
del adiós exaltado,
el dolor de un "después".
Me libré de los malos amigos,
las risas torcidas,
el milagro barato
de tu comprensión.
Las ganas macabras de echar por la borda
palabras hirientes para un corazón.
Sublimé las pasiones carnales,
los pecados veniales,
las charlas de amor.
Los juegos de amantes
que sueñan que besan,
que besan y mueren,
que mueren de amor.
Me entregué a tareas de pirata,
verdades que matan,
modales de ujier.
Mentiras piadosas
que velan mi cara,
que la hinchan de rabia,
que nadie me cree.
Me cansé de los labios ardiendo
en las tardes heladas,
el negror de la cama,
el olor de una "también".
De gloriosas batallas
que gano engañando,
el deseo y el hartazgo,
tu piel en mi piel.
Me cansé de los labios ardiendo
en las tardes heladas,
el negror de la nada,
el sabor de un "por qué".
De gloriosas batallas
que gano sin ganas,
las grises mañanas,
mi estancia en la UP.
He aquí mi acuse de recibo, querida UP. De tres largos años no consigo sacar más que una decena de versos defectuosos, sin ritmo. El ticket, por cierto, era de alimento para perros. Así de atinados son los guiños de la realidad.
Esperando en esa banca, suspirando en esa banca, supe que esta es una huida. Un "no más". Un adiós sin hasta luegos.
Incluyo foto pa' que luego María no se queje. La sonrisa no es falsa, es genuina. Interprétenla.